Existen más pruebas de la existencia física de las Calaveras de Cristal que del Arca de la Alianza o del Santo Grial, otros objetos arqueológicos en los cuales basaron las primeras historias cinematográficas de Indiana Jones. A pesar de esto, muchos críticos parecieran haberse unido, al menos en México, para atacar sin piedad Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal al grado que hasta se atreven a pedir que la gente no la vea.
F.A. Mitchell-Hedgeses el nombre con el que la historia recoge el del explorador cuya hija realizó el hallazgo de un cráneo maya en Belice. El objeto tiene características muy similares a la de una verdadera calavera humana, como dientes y mandíbula con movimiento. Hasta ahora no se ha logrado determinar la forma en que fue tallada, ya que se trata de un trabajo considerado imposible de realizar por los más talentosos escultores de su época.
El tallado se hizo sobre cuarzo y resulta tan perfecto que parecieran haber empleado un rayo láser. El problema es que los cálculos más conservadores consideran que data de unos 300 años antes de la llegada de los españoles al continente, mientras que otros aseguran que podría tener 3000 mil años de historia.
La calavera de Mitchell-Hedges no es la única, pero si la más perfecta, al grado que su mandíbula es articulada ¿Alguien conoce otra pieza de tal contigüidad que se mueva como si fuera armada con plásticos? Hay que recordar que esta fue tallada en Cuarzo, que la estudiaron en los laboratorios de Hewllet Packard y que no se explican que herramienta pudieron utilizar. Tal vez arena, pero entonces el pulido debió tomar varios siglos.
Otra discrepancia con la película es que la calavera de Belice es pequeña, más cercana a la complexión antropológica de una mujer que a la de un hombre.
Narrados estos detalles que en nada demeritan la trama y la sorpresa de la cinta, hablemos de Cine, de una película divertida por todos lados, de un director que no ha perdido sus obsesiones por la unión familiar, los ET, los encuentros cercanos del tercer tipo y la acción física, siempre mucho más emocionante que los efectos digitales.
¡Claro! las fans de Harrison Ford pueden sentirse un poco tristes e incluso decepcionadas del aspecto de una persona más cercana a la vejez que a la lozanía, pero a los 20 minutos ¿a quien le importa? ya estamos inmersos en un argumento emocionante como los de las viejas películas de episodios que hicieron del cine la gran aventura del Siglo XX.
El humor suple otras carencias y en Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal no está excento. Además la historia de David Koepp y George Lucas es fiel a todas las características del personaje: nos recuerda que sabe español por haber convivido con Pancho Villa cuando el traidor Victoriano Huerta asume el poder; nos hace conocer geografía a la manera de las películas de episodios de la primera mitad del siglo XX, cuando no había "google earth" ni satelites para dar servicio doméstico de posicionamiento global y además nos recuerda que en la vida real todo se paga, como cuando le hizo la vida difícil a Sean Connery, en el papel de su padre en La última Cruzada.
Casi todo corresponde a una cronología real. Incluso cuando Indy se lamenta de la desaparición de su padre, en un periodo similar al de cuando Connery anunció que se jubilaba del cine. Tal vez haya errores, como la aparición de un reloj digital que se supone no se inventó hasta la década siguiente, pero también momentos de gran cine como el de los perros del desierto y las pruebas de bombas atómicas.
Cedamos pues un poco a quienes no quieren verle cualidades al cuarto largometraje de Indy. Pongamosle 90 sobre 100 de calificación, lo que es suficiente para una cinta en la categoría de "A ver sin Falta"
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