martes, 8 de diciembre de 2009

2012

Es como una receta de cocina que se repite: Día de la Independencia, El Día después de Mañana y ahora 2012, con la ventaja de que este último título no requiere traducción y se puede promocionar prácticamente con el mismo cartel en todo el mundo.

Habrá quien piense que se trata de una película tan acartonada, tan repetitiva que no vale la pena; en cambio quien considere que el cine es escape, entretenimiento, emoción pura, pasión sin razón ni reflexión, está ante la película correcta.

A diferencia de otras cintas llenas de explosiones y efectos especiales, las de Roland Emmerich se destacan porque va construyendo sus historias a partir de vidas cotidianas, como puede ser la de cualquiera de los espectadores. La diferencia es que sus personajes tienen que tomar decisiones intempestivas que los hacen salir de la mediocridad. Cualquiera puede convertirse en un héroe en determinadas circunstancias, parece el mensaje de Emmerich.

Como en Día de la Independencia, en 2012 hay un presidente inteligente, sensible, capaz de reconocer que es más importante la vida de un científico joven que la de un político viejo. Hay relaciones familiares rotas; pero los integrantes no han perdido el deseo de restablecerlas, no hay personas malas sino circunstancias difíciles.

John Cussack, Amanda Peet, Danny Glover y Woody Harrelson, interpretan a los personajes estadounidenses de 2012, aunque otro de los ingredientes de Emmerich, que le permite tan buenas recaudaciones en taquilla, es incluir a protagonistas de otras nacionalidades.

En este caso el descubridor de la amenaza que se cierne contra el mundo es de la India y quienes tendrán un papel definitivo en la salvación de los héroes que conocemos desde el principio, serán chinos. Por la población de ambas naciones, calcule el lector los cientos de millones de personas que podrían enriquecer la taquilla.

La película, además, se estrenó de manera contemporánea a la Cumbre sobre Cambio Climático de Copenhague de 2010, donde participaron representantes de 190 países. Si bien en 2012, el calentamiento global no se produce por los efectos de la quema de hidrocarburos, sino por cierta acción del Sol sobre el núcleo de la Tierra, esta coincidencia seguramente contribuirá al exito en taquillas.

Al momento de escribir esta crónica, la campaña de publicidad de Avatar, de James Cameron, pretende romper todas las marcas de taquilla, tal vez lo haga, pero la fórmula de 2012, con un argumento que es más cercano para la mayoría de los espectadores, lo hará difícil.

El desastre planteado en 2012, cobrará muchas más vidas que el de películas anteriores de Emmerich. Con ciencia ficción, apoyada en leyendas mayas y en el Apocalipsis, se plantea la casi total destrucción del planeta, por lo que los sobrevivientes serán mucho menos, con riego especial de quienes viven en países costeros.

El interés de llegar al desenlace es precisamente como podría sobrevivir la raza humana a una catástrofe de tales características.

Si está de ánimo para ver una película de imaginación desbordada esta puede ser una buena recomendación; y si se encuentra taciturno y preocupado, bueno, entonces, si esta película no lo distrae un rato, difícilmente habrá otra que pueda lograrlo.

Una observación pertinente: las profecias mayas no consideraban que en diciembre de 2012 acabaría el mundo, por el contrario, de lo que hablaban es de una nueva era, con mejores valores y entendimiento entre los seres humanos.

Una kathedra en un minuto

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