sábado, 14 de mayo de 2011

Agradecen a la UNAM Requiem por los 40 mil. DF, solidario como siempre

*A pesar de que ningún medio de comunicación tuvo la capacidad de describir a los millones que participaron en algún momento de la marcha, agradecen a  reporteros el esfuerzo.

*Los pueblos de Tlalpan renovaron la solidaridad que caracteriza a los habitantes del Distrito Federal

*El Requiem de Mozart, es ahora el Requiem de los 40 Mil

Red por la Paz y la Justicia ¡Gracias a todas y todos!


Cuernavaca, Morelos a 9 de Mayo de 2011
Red por la Paz y la Justicia
¡Gracias a todas y todos!
¡Vamos a Ciudad Juárez el 10 de Junio!
La Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad convocada por Javier Sicilia ha sido la movilización social más importante de los últimos años en nuestro país.
Ello fue posible gracias al apoyo y la generosidad de miles de personas en Morelos y el país.
Hoy queremos agradecer en primer lugar a ustedes, los medios de comunicación de Morelos, a los reporteros y reporteras de Morelos, a los editorialistas, a los dueños de medios que abrieron sus espacios para dar voz a nuestra protesta y nuestra propuesta.
Agradecer a las personas que en camino nos dieron dinero, alimentos, medicinas, cobijas, aliento, testimonios y solidaridad. A la CANIRAC Morelos por su respaldo abierto.
Agradecer a la Universidad Autónoma de Morelos por el préstamo de sus autobuses para llevar nuestra esperanza a la ciudad de México, a los jóvenes universitarios, maestros y trabajadores que nos acompañaron y nos siguen acompañando.
Agradecer a colectivos, grupos, organizaciones que cada cual en sus posibilidades nos dieron generosamente su apoyo de muchas maneras.
Agradecer el corazón y la solidaridad sin límites de los pobladores de Coajomulco, Tres Marías, Topilejo, San Pedro Mártir, los pueblos y colonias de Tlalpan y de otras delegaciones de la ciudad de México, su cobijo, pan y amor que nos dio aliento. Su apoyo es ya parte de nuestro patrimonio y de nuestro corazón.
Agradecemos a la UNAM, sus estudiantes, su sindicato, sus autoridades, por la comida tan vasta y maravillosa que dan ganas de regresar en una semana. Por la posibilidad de realizar el majestuoso Réquiem de Mozart, ahora denominado Réquiem por los 40 mil muertos.
A la Orquesta Sinfónica de la Escuela Superior de Música, a los coros de la misma institución, al maestro Sergio Cárdenas, al maestro Jesús Suaste, oro esta idea deslumbrante y conmovedora.
A la ciudad de México que nos permitió llegar al corazón del país y escuchar el rosario de testimonios de agravios y las propuestas nuestras y de muchos para salir de esta pesadilla de violencia.
El reto que tenemos enfrente es inmenso, pero ayer oímos, muchas veces, que Javier, las victimas de tantos agravios y nosotros no estamos solos.
Eso lo sabemos, por ello, ya estamos pensando en la convocatoria para irnos a Ciudad Juárez el 10 de junio.
La justicia con paz y dignidad no está sujeta a la voluntad de los gobernantes, es una obligación ética en el México de hoy.
Gracias a todos los ciudadanos y ciudadanos del país que marcharon con nosotros en múltiples ciudades de México y el mundo.
Red por la Paz y la Justicia

viernes, 13 de mayo de 2011

Muestrafilmica del CUEC

CINE

La muestra del CUEC rompe barreras

Caracterizados por su gran libertad creativa y despojados de condicionamientos, 42 cortometrajes de estudiantes del CUEC llegan al público en su Muestra Fílmica 2011. Los cortos serán exhibidos en distintos recintos de la UNAM y transmitidos por primera vez por TV UNAM.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Festival Nacional de Teatro Universitario 2011

 





El Festival Nacional de Teatro Universitario, en su emisión 2011, te invita a participar en la más importante fiesta teatral universitaria. Las inscripciones estarán abiertas hasta el 10 de junio. No te quedes fuera.

Para conocer las bases accede a la página de Teatro UNAM, desde donde podrás descargar la convocatoria y la ficha de inscripción.

Para consultas ponte en contacto al correo
festivalteatrounam@gmail.com.


lunes, 9 de mayo de 2011

Resurgen Marcos y el EZLN para sumarse al grito Hasta la Madre

Hoy estamos aquí para decirles sencillamente a esas buenas personas que en silencio caminan, que no están solos.

Que escuchamos el dolor de su silencio, como antes la digna rabia de sus palabras.

Que en su alto a la guerra...

Que en su no más sangre...

Que en su estamos hasta la madre...

¡No están solos


7 de mayo del 2011.

Madres, padres, familiares y amistades de las víctimas de la guerra en México:

Compañeras y compañeros bases de apoyo zapatistas de las diferentes zonas, regiones, pueblos y municipios autónomos rebeldes zapatistas:

Compañeras y compañeros de la otra campaña y adherentes a la sexta declaración de la selva lacandona en México y en el mundo:

Compañeras y compañeros de la zezta internacional:

Hermanas y hermanos de las diferentes organizaciones sociales:

Hermanas y hermanos de las organizaciones no gubernamentales y defensoras de los derechos humanos:

Pueblo de México y pueblos del mundo:

Hermanas y hermanos:

compañeras y compañeros:

Hoy estamos aquí miles de hombres, mujeres, niños y ancianos del ejército zapatista de liberación nacional para decir nuestra pequeña palabra.

Hoy estamos aquí porque personas de corazón noble y dignidad firme nos han convocado a manifestarnos para parar la guerra que ha llenado de tristeza, dolor e indignación los suelos de México.

Porque nos hemos sentido llamados por el clamor de justicia de madres y padres de niños y niñas que han sido asesinados por bala y por la altanería y torpeza de los malos gobiernos.

Porque nos sentimos llamados por la digna rabia de las madres y padres de los jóvenes asesinados por bandas criminales y por el cinismo gubernamental.

Porque nos sentimos convocados por los familiares de muertos, heridos, mutilados, desaparecidos, secuestrados y encarcelados sin tener culpa o delito alguno.

Y esto es lo que nos dicen sus palabras y sus silencios:

Que la historia de México se ha vuelto a manchar de sangre inocente.

Que decenas de miles de personas han muerto en esta guerra absurda que no lleva a ninguna parte.

Que la paz y la justicia no encuentran ya lugar en ninguno de los rincones de nuestro país.

Que la única culpa de estas víctimas es haber nacido o vivido en un país mal gobernado por grupos legales e ilegales sedientos de guerra, de muerte y de destrucción.

Que esta guerra ha tenido como principal blanco militar a seres humanos inocentes, de todas las clases sociales, que nada tienen qué ver ni con el narcotráfico ni con las fuerzas gubernamentales.

Que los malos gobiernos, todos, el federal, los estatales y municipales, han convertido las calles en zonas de guerra sin que quienes las caminan y trabajan estuvieran de acuerdo y vieran la forma de resguardarse.

Que los malos gobiernos han convertido en zonas de guerra las escuelas y universidades públicas y privadas, y los niños y los jóvenes no entran a clases sino a emboscadas de uno y otro bando.

Que los lugares de reunión y diversión son ahora objetivos militares.

Que al ir al trabajo se camina con la angustia de no saber qué va a pasar, de no saber si una bala, sea de los delincuentes o sea del gobierno, va a derramar la sangre propia o la de un familiar o la de una amistad.

Que los malos gobiernos crearon el problema y no sólo no lo han resuelto, sino que lo han extendido y profundizado en todo México.

Que hay mucho dolor y pena por tanta muerte sin sentido.
Que alto a la guerra.
Que no más sangre.
Que estamos hasta la madre.
 Que ya basta.

Las palabras y los silencios de esas buenas personas no representan a los malos gobiernos.

No representan a los criminales que roban, despojan, secuestran y asesinan.
Tampoco representan a quienes, desde la clase política, quieren sacar ganancia de esta desgracia nacional.
Los silencios y las palabras de estas personas son las de gente sencilla, trabajadora, honesta, estas personas no quieren un beneficio personal.
Sólo quieren justicia y que el dolor que han sentido y sienten no llegue al corazón de otras madres, otros padres, otros familiares, otras amistades, de niños, niñas, jóvenes, adultos y ancianos que no hacen otra cosa que tratar de vivir, de aprender, de trabajar y de salir adelante con dignidad.
O sea que las palabras, los silencios y las acciones de estas buenas personas demandan algo muy sencillo: una vida con paz, justicia y dignidad.

¿y que les responde el gobierno?

Los padres y madres de unos niños y niñas muy pequeños que murieron y se lastimaron en un incendio por culpa de los malos gobiernos, demandan que se haga justicia, o sea que se castigue a los culpables, aunque sean parientes o amigos del gobierno, y que no se vuelva a repetir ese crimen, para que otros padres y madres no mueran un mucho al morir sus hijas y sus hijos.

Y el gobierno les responde con declaraciones y promesas mentirosas, tratando de cansarlos y de que olviden y se olvide su desgracia.


Los familiares y amistades de unos estudiantes que fueron asesinados dentro de una universidad privada demandan que se conozca qué pasó y se haga justicia y no se vuelva a repetir el crimen de convertir los centros de estudio en campos de batalla para que otros familiares, amistades, maestros y compañeros de estudio no mueran un mucho al morir los estudiantes.

Y el gobierno les responde con declaraciones y promesas mentirosas, tratando de cansarlos y de que olviden y se olvide su desgracia.

Los habitantes de una comunidad honesta y trabajadora, creada de acuerdo a su propio pensamiento, se organizan para construir y defender la paz que necesitan, combatiendo al crimen que el gobierno protege. Por eso uno de sus habitantes es secuestrado y asesinado. Sus familiares y compañeros piden justicia y que no se vuelva a repetir el crimen de que se maten el trabajo y la honestidad, para que otros familiares y compañeros no mueran un mucho al morir quienes luchan por el colectivo.

Y el gobierno les responde con declaraciones y promesas mentirosas, tratando de cansarlos y de que olviden y se olvide su desgracia.



Unos jóvenes, buenos estudiantes y buenos deportistas, se reúnen para divertirse o salen a pasear o a platicar sanamente, un grupo criminal ataca el lugar y los asesina. Y el gobierno los vuelve a asesinar al declarar que esos jóvenes eran criminales que fueron atacados por otros criminales. Las madres y los padres demandan justicia y que no se vuelvan a repetir los delitos de no proteger a los jóvenes y de acusarlos injustamente de ser delincuentes, para que otras madres y padres no mueran un mucho al morir dos veces la sangre que para estar viva fue nacida.

Y el gobierno les responde con declaraciones y promesas mentirosas, tratando de cansarlos y de que olviden y se olvide su desgracia.



Compañeros y compañeras:

Hermanos y hermanas:



Hace unos días empezó a caminar en silencio el paso de un padre que es poeta, de unas madres, de unos padres, de unos parientes, de unos hermanos, de unas amistades, de unos conocidos, de seres humanos.

Ayer fueron sus dignas palabras, hoy es su silencio digno.

Sus palabras y sus silencios dicen los mismo: queremos paz y justicia, o sea una vida digna.

Estas personas honestas están pidiendo, demandando, exigiendo del gobierno un plan que tenga como principales objetivos la vida, la libertad, la justicia y la paz.

Y el gobierno les responde que seguirá con su plan que tiene como principal objetivo la muerte y la impunidad.

Estas personas no buscan ser gobierno, sino que buscan que el gobierno procure y cuide la vida, la libertad, la justicia y la paz de los gobernados.

Su lucha no nace del interés personal.

Nace del dolor de perder a alguien que se quiere como se quiere a la vida.

Los gobiernos y sus políticos dicen que criticar o no estar de acuerdo con lo que están haciendo es estar de acuerdo y favorecer a los criminales.

Los gobiernos dicen que la única estrategia buena es la que ensangrenta las calles y los campos de México, y destruye familias, comunidades, al país entero.

Pero quien argumenta que tiene de su lado la ley y la fuerza, sólo lo hace para imponer su razón individual apoyándose en esas fuerzas y esas leyes.

Y no es la razón propia, de individuo o de grupo, la que debe imponerse, sino la razón colectiva de toda la sociedad.

Y la razón de una sociedad se construye con legitimidad, con argumentos, con razonamientos, con capacidad de convocatoria, con acuerdos.

Porque quien impone su razón propia, sólo divide y confronta. Y es así incapaz de razón colectiva y por eso debe refugiarse en la ley y la fuerza.

Una ley que sólo sirve para garantizar impunidad a parientes y amigos.

Una fuerza que está corrompida desde hace tiempo.

Ley y fuerza que sirven para despojar de un trabajo digno, para solapar ineptitudes, calumniar, perseguir, encarcelar y matar a quienes cuestionan y se oponen a esa razón, a esa ley y a esa fuerza.

Tener miedo de la palabra de la gente y ver en cada crítica, duda, cuestionamiento o reclamo un intento de derrocamiento, es algo propio de dictadores y tiranos.

Ver en cada dolor digno una amenaza, es de enfermos de poder y avaricia.

Y mal hace el mando que les dice a sus soldados y policías que el escuchar a la gente noble y buena es un fracaso, que el detener una matanza es una derrota,

que el corregir un error es rendirse, que pensar y buscar mejores caminos para servir mejor a la gente es abandonar con vergüenza una lucha.

Porque el saber escuchar con humildad y atención lo que dice la gente es virtud de un buen gobierno.

Porque el saber escuchar y atender lo que la gente calla es la virtud de gente sabia y honesta.

Compañeros y compañeras:

Hermanos y hermanas:

Hoy no estamos aquí para hablar de nuestros dolores, de nuestras luchas, de nuestros sueños, de nuestras vidas y muertes.

Hoy no estamos aquí para señalar caminos, ni para decir qué hacer, ni para responder a la pregunta de qué sigue.

Hoy estamos aquí representado a decenas de miles de indígenas zapatistas, muchos más de los que hoy somos vistos, para decirle a ese digno paso silencioso:

que en su demanda de justicia…

Que en su lucha por la vida…
Que en su anhelo de paz…
Que en su exigencia de libertad…



Nosotras, nosotros, las zapatistas, los zapatistas, los comprendemos y los apoyamos.

Hoy estamos aquí para responder al llamado de quienes luchan por la vida.
Y a quienes el mal gobierno responde con la muerte. .
De una lucha por la vida y en contra de la muerte.
No se trata de ver quién gana de entre católicos, evangélicos, mormones, presbiterianos o de cualquier religión o no creyentes.

No se trata de ver quién es indígena y quién no.
No se trata de ver quién es más rico o más pobre.
No se trata de quien es de izquierda, de centro o de derecha.
No se trata de si son mejores los panistas o los priístas o los perredistas o como se llame cada quien o todos son iguales de malos.
No se trata de quien es zapatista o no lo es.
No se trata de estar con el crimen organizado o con el crimen desorganizado que es el mal gobierno.
No.
De lo que se trata es de que para poder ser lo que cada quien escoge ser, para poder creer o no creer, para elegir una creencia ideológica, política o religiosa, para poder discutir, acordar o desacordar, son necesarias la paz, la libertad, la justicia y la vida.

Compañeros y compañeras:
Hermanos y hermanas:
Estas nobles personas no nos están llamando o convenciendo para ser de una religión, una idea, un pensamiento político o una posición social.
No nos están llamando a quitar un gobierno para poner otro.
No nos están diciendo que hay que votar por uno o por otro.
Estas personas nos están convocando a luchar por la vida.
Y sólo puede haber vida si hay libertad, justicia y paz.


Por eso ésta es una lucha entre quienes quieren la vida y quienes quieren la muerte.
Y nosotros, las zapatistas, los zapatistas, elegimos luchar por la vida, es decir, por la justicia, la libertad y la paz.

Por eso…
Hoy estamos aquí para decirles sencillamente a esas buenas personas que en silencio caminan, que no están solos.
Que escuchamos el dolor de su silencio, como antes la digna rabia de sus palabras.

Que en su alto a la guerra….
Que en su no más sangre…
Que en su estamos hasta la madre…
¡No están solos!
Compañeros y compañeras:
Hermanos y hermanas:


¡Vivan la vida, la libertad, la justicia y la paz!
¡Muera la muerte!
¡Para todos todo, nada para nosotros!
¡democracia!
¡libertad!
¡justicia!
Desde las montañas del Sureste Mexicano.



Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Subcomandante Insurgente Marcos.

Discurso de Javier Sicilia

* Ningún Partido nos representa
* Advierte infiltración del crimen organizado en  PRI, PAN, PRD, VERDE y NUEVA ALIANZA 
*Pide nuevo pacto antes de que se profundice la fractura nacional


Javier Sicilia

Hemos llegado a pie, como lo hicieron los antiguos mexicanos, hasta este sitio en donde ellos por vez primera contemplaron el lago, el águila, la serpiente, el nopal y la piedra, ese emblema que fundó a la nación y que ha acompañado a los pueblos de México a lo largo de los siglos. Hemos llegado hasta esta esquina donde alguna vez habitó Tenochtitlan -a esta esquina donde el Estado y la Iglesia se asientan sobre los basamentos de un pasado rico en enseñanzas y donde los caminos se encuentran y se bifurcan-; hemos llegado aquí para volver a hacer visibles las raíces de nuestra nación, para que su desnudez, que acompañan la desnudez de la palabra, que es el silencio, y la dolorosa desnudez de nuestros muertos, nos ayuden a alumbrar el camino.

Si hemos caminado y hemos llegado así, en silencio, es porque nuestro dolor es tan grande y tan profundo, y el horror del que proviene tan inmenso, que ya no tienen palabras con qué decirse. Es también porque a través de ese silencio nos decimos, y les decimos a quienes tienen la responsabilidad de la seguridad de este país, que no queremos un muerto más a causa de esta confusión creciente que sólo busca asfixiarnos, como asfixiaron el aliento y la vida de mi hijo Juan Francisco, de Luis Antonio, de Julio César, de Gabo, de María del Socorro, del comandante Jaime y de tantos miles de hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados con un desprecio y una vileza que pertenecen a mundos que no son ni serán nunca los nuestros; estamos aquí para decirnos y decirles que este dolor del alma en los cuerpos no lo convertiremos en odio ni en más violencia, sino en una palanca que nos ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia, la dignidad y la balbuciente democracia que estamos perdiendo; para decirnos y decirles que aún creemos que es posible que la nación vuelva a renacer y a salir de sus ruinas, para mostrarles a los señores de la muerte que estamos de pie y que no cejaremos de defender la vida de todos los hijos y las hijas de este país, que aún creemos que es posible rescatar y reconstruir el tejido social de nuestros pueblos, barrios y ciudades.

Si no hacemos esto solamente podremos heredar a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños una casa llena de desamparo, de temor, de indolencia, de cinismo, de brutalidad y engaño, donde reinan los señores de la muerte, de la ambición, del poder desmedido y de la complacencia y la complicidad con el crimen.

Todos los días escuchamos historias terribles que nos hieren y nos hacen preguntarnos: ¿Cuándo y en dónde perdimos nuestra dignidad? Los claroscuros se entremezclan a lo largo del tiempo para advertirnos que esta casa donde habita el horror no es la de nuestros padres, pero sí lo es; no es el México de nuestros maestros, pero sí lo es; no es el de aquellos que ofrecieron lo mejor de sus vidas para construir un país más justo y democrático, pero sí lo es; esta casa donde habita el horror no es el México de Salvador Nava, de Heberto Castillo, de Manuel Clouthier, de los hombres y mujeres de las montañas del sur -de esos pueblos mayas que engarzan su palabra a la nación- y de tantos otros que nos han recordado la dignidad, pero sí lo es; no es el de los hombres y mujeres que cada amanecer se levantan para ir a trabajar y con honestidad sostenerse y sostener a sus familias, pero sí lo es; no es el de los poetas, de los músicos, de los pintores, de los bailarines, de todos los artistas que nos revelan el corazón del ser humano y nos conmueven y nos unen, pero sí lo es. Nuestro México, nuestra casa, está rodeada de grandezas, pero también de grietas y de abismos que al expandirse por descuido, complacencia y complicidad nos han conducido a esta espantosa desolación.

Son esas grietas, esas heridas abiertas, y no las grandezas de nuestra casa, las que también nos han obligado a caminar hasta aquí, entrelazando nuestro silencio con nuestros dolores, para decirles directamente a la cara que tienen que aprender a mirar y a escuchar, que deben nombrar a todos nuestros muertos -a esos que la maldad del crimen ha asesinado de tres maneras: privándolos de la vida, criminalizándolos y enterrándolos en las fosas comunes de un silencio ominoso que no es el nuestro-; para decirles que con nuestra presencia estamos nombrando esta infame realidad que ustedes, la clase política, los llamados poderes fácticos y sus siniestros monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas han negado y quieren continuar negando. Una realidad que los criminales, en su demencia, buscan imponernos aliados con las omisiones de los que detentan alguna forma de poder.

Queremos afirmar aquí que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y cooptado al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos. O ¿dónde estaban los partidos, los alcaldes, los gobernadores, las autoridades federales, el ejército, la armada, las Iglesias, los congresos, los empresarios; dónde estábamos todos cuando los caminos y carreteras que llevan a Tamaulipas se convirtieron en trampas mortales para hombres y mujeres indefensos, para nuestros hermanos migrantes de Centroamérica? ¿Por qué nuestras autoridades y los partidos han aceptado que en Morelos y en muchos estados de la República gobernadores señalados públicamente como cómplices del crimen organizado permanezcan impunes y continúen en las filas de los partidos y a veces en puestos de gobierno? ¿Por qué se permitió que diputados del Congreso de la Unión se organizaran para ocultar a un prófugo de la justicia, acusado de tener vínculos con el crimen organizado y lo introdujeron al recinto que debería ser el más honorable de la patria porque en él reside la representación plural del pueblo y terminaran dándole fuero y después aceptando su realidad criminal en dos vergonzosos sainetes? ¿Por qué se permitió al presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre? ¿Por qué se trató de hacer pasar, a espaldas de la ciudadanía, una ley de seguridad que exige hoy, más que nunca una amplia reflexión, discusión y consenso ciudadano? La Ley de Seguridad Nacional no puede reducirse a un asunto militar. Asumida así es y será siempre un absurdo. La ciudadanía no tiene por qué seguir pagando el costo de la inercia e inoperancia del Congreso y sus tiempos convertido en chantaje administrativo y banal cálculo político. ¿Por qué los partidos enajenan su visión, impiden la reforma política y bloquean los instrumentos legales que permitan a la ciudadanía una representación digna y eficiente que controle todo tipo de abusos? ¿Por qué en ella no se ha incluido la revocación del mandato ni el plebiscito?

Estos casos -hay cientos de la misma o de mayor gravedad- ponen en evidencia que los partidos políticos, el PAN, el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Nueva Alianza, el Panal, el Verde, se han convertido en una partidocracia de cuyas filas emanan los dirigentes de la nación. En todos ellos hay vínculos con el crimen y sus mafias a lo largo y ancho de la nación. Sin una limpieza honorable de sus filas y un compromiso total con la ética política, los ciudadanos tendremos que preguntarnos en las próximas elecciones ¿por qué cártel y por qué poder fáctico tendremos que votar? ¿No se dan cuenta de que con ello están horadando y humillando lo más sagrado de nuestras instituciones republicanas, que están destruyendo la voluntad popular que mal que bien los llevó a donde hoy se encuentran?

Los partidos políticos debilitan nuestras instituciones republicanas, las vuelven vulnerables ante el crimen organizado y sumisas ante los grandes monopolios; hacen de la impunidad un modus vivendi y convierten a la ciudadanía en rehén de la violencia imperante.

Ante el avance del hampa vinculada con el narcotráfico, el Poder Ejecutivo asume, junto con la mayoría de la mal llamada clase política, que hay sólo dos formas de enfrentar esa amenaza: administrándola ilegalmente como solía hacerse y se hace en muchos lugares o haciéndole la guerra con el ejército en las calles como sucede hoy. Se ignora que la droga es un fenómeno histórico que, descontextualizado del mundo religioso al que servía, y sometido ahora al mercado y sus consumos, debió y debe ser tratado como un problema de sociología urbana y de salud pública, y no como un asunto criminal que debe enfrentarse con la violencia. Con ello se suma más sufrimiento a una sociedad donde se exalta el éxito, el dinero y el poder como premisas absolutas que deben conquistarse por cualquier medio y a cualquier precio.
Este clima ha sido tierra fértil para el crimen que se ha convertido en cobros de piso, secuestros, robos, tráfico de personas y en complejas empresas para delinquir y apropiarse del absurdo modelo económico de tener siempre más a costa de todos.

A esto, ya de por sí terrible, se agrega la política norteamericana. Su mercado millonario del consumo de la droga, sus bancos y empresas que lavan dinero, con la complicidad de los nuestros, y su industria armamentista -más letal, por contundente y expansiva, que las drogas-, cuyas armas llegan a nuestras tierras, no sólo fortalecen el crecimiento de los grupos criminales, sino que también los proveen de una capacidad inmensa de muerte. Los Estados Unidos han diseñado una política de seguridad cuya lógica responde fundamentalmente a sus intereses globales donde México ha quedado atrapado.

¿Como reestructurar esta realidad que nos ha puesto en un estado de emergencia nacional? Es un desafío más que complejo. Pero México no puede seguir simplificándolo y menos permitir que esto ahonde más sus divisiones internas y nos fracture hasta hacer casi inaudibles el latido de nuestros corazones que es el latido de la nación. Por eso les decimos que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las Iglesias, los empresarios, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que le permita a la nación rehacer su suelo, un pacto en el que reconozcamos y asumamos nuestras diversas responsabilidades, un pacto que le permita a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños recuperar su presente y su futuro, para que dejen de ser las víctimas de esta guerra o el ejército de reserva de la delincuencia.

Por ello, es necesario que todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país se den cuenta que están perdiendo la representación de la nación que emana del pueblo, es decir, de los ciudadanos como los que hoy estamos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades del país.

Si no lo hacen, y se empeñan en su ceguera, no sólo las instituciones quedarán vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 serán las de la ignominia, una ignominia que hará más profundas las fosas en donde, como en Tamaulipas y Durango, están enterrando la vida del país.

Estamos, pues, ante una encrucijada sin salidas fáciles, porque el suelo en el que una nación florece y el tejido en el que su alma se expresa están deshechos. Por ello, el pacto al que convocamos después de recoger muchas propuestas de la sociedad civil, y que en unos momentos leerá Olga Reyes, que ha sufrido el asesinato de 6 familiares, es un pacto que contiene seis puntos fundamentales que permitirán a la sociedad civil hacer un seguimiento puntual de su cumplimiento y, en el caso de traicionarse, penalizar a quienes sean responsables de esas traiciones; un pacto que se firmará en el Centro de Ciudad Juárez -el rostro más visible de la destrucción nacional- de cara a los nombres de nuestros muertos y lleno de un profundo sentido de lo que una paz digna significa.

Antes de darlo a conocer, hagamos un silencio más de 5 minutos en memoria de nuestros muertos, de la sociedad cercada por la delincuencia y un Estado omiso, y como una señal de la unidad y de la dignidad de nuestros corazones que llama a todos a refundar la Nación. Hagámoslo así porque el silencio es el lugar en donde se recoge y brota la palabra verdadera, es la hondura profunda del sentido, es lo que nos hermana en medio de nuestros dolores, es esa tierra interior y común que nadie tiene en propiedad y de la que, si sabemos escuchar, puede nacer la palabra que nos permita decir otra vez con dignidad y una paz justa el nombre de nuestra casa: México.

Una kathedra en un minuto

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