Idiotas contemplando la nieve
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Los alumnos de la generación 2007-2011 se titulan con una obra que refleja un momento más o menos común en la vida de cualquier persona: aquél en el que, tras hacer una pausa en el centro del ajetreo existencial, aparece la pregunta: ¿qué estoy haciendo? La obra se presenta en el Foro del CUT a partir del 19 de agosto a las 18:00 horas, todos los viernes, sábados y domingos hasta diciembre
En medio del frenético ritmo de la contemporaneidad, agitado hasta la histeria por la vida aspiracional, llega un momento donde todo se detiene y aparece una pregunta: "¿qué estoy haciendo?". Como un retrato de ese instante, los alumnos de la generación 2007-2011 del Centro Universitario de Teatro presentan Idiotas contemplando la nieve, de Alejandro Ricaño.
De acuerdo con Boris Schoemann, director de la puesta en escena, se trata de "una deliciosa comedia amarga y agridulce que retrata muy bien la estupidez de los tiempos consumistas que vivimos".
Para el director, si bien en las escuelas de teatro se estudia a los clásicos, se aborda poco a los autores contemporáneos. Por ello, cuando recibió la invitación para dirigir la obra con la que se titularía esta generación, comenzó un proceso que incluyó un taller de dramaturgia mexicana contemporánea, donde los estudiantes conocieron a los autores más inquietantes de la escena actual y seleccionaron esta pieza.
La obra, explicó en entrevista, presenta personajes comunes y corrientes con anhelos distintos que, al tratar de alcanzarlos, van tejiendo una comedia donde las historias entrecruzadas, como es común en el cine y teatro contemporáneos, generan una serie de acontecimientos irreversibles que alcanzan la histeria.
"Esta metáfora de idiotas contemplando la nieve es el detenerse un poco en ese momento de la histeria y decir ‘¿qué estoy haciendo?' (...) Es una obra que tiene un tono muy cómico pero a la vez es muy patética. Intentamos jugar en el filo de esos dos tonos (...). Que te rías de las cosas estúpidas que cometen los personajes, pero que finalmente todos estamos cometiendo".
Por ejemplo, en la historia aparece una diputada cuyas prácticas admiran y recuerdan muchos ejemplos de la realidad nacional; hay también una señora a quien le va la vida en su anhelo de comprarse una cafetera de 24 mil pesos; un cura pederasta que se encuentra con su deseo; una mujer deprimida porque sus vecinas tienen baños mejores que el suyo y hace, por ello, cosas inverosímiles.
"Muchos personajes se mueren en esta obra, pero no es nada del otro mundo, ni para cortarse las venas, es lo patético de las situaciones y los comportamientos humanos", aclaró Schoemann.
Sobre su obra, escribe Alejandro Ricaño: "Es una verdad dolorosa, ignoramos que estamos jodidos. Si hasta hace algunas décadas el mundo burgués era inaccesible, los planes de crédito nos dieron un disfraz para pasar desapercibidos (...) Desde entonces, me imagino, cometemos estupideces para satisfacer necesidades absurdas, con la esperanza de que un día sea suficiente, que un día nos sintamos plenos. Pero evitemos el suspenso, de sobra sabemos que no será así".
Maduración escénica
Regresar al CUT tiene un significado especial para el director. Lo primero que hizo al llegar al DF en 1999 fue dirigir una puesta en este espacio universitario: Los endebles. A partir de ello, conformó una compañía con el mismo nombre que ha sido una oportunidad de formación profesional para varias generaciones de actores en el teatro La Capilla.
Así, dirigir la obra con la que se titula una nueva generación de actores representa un lujo y a la vez un reto. "No estás dirigiendo únicamente, necesitas cuajar lo que aprendieron de tantos maestros, de tantas cosas que hicieron. Hacer un trabajo propio de creación de personaje muy fino acumulando sus capacidades".
En ese sentido, destacó las cualidades del grupo, que se caracteriza por ser propositivo. Entre ellos se cuentan algunos músicos y, de hecho, compusieron la música del espectáculo y la tocan en vivo.
Debido a las dificultades intrínsecas de la comedia, era importante explotar las capacidades histriónicas y cómicas de los actores, pero también de la contención de éstas al buscar la verosimilitud. Además, coordinar en escena el movimiento de 14 actores, lo que requiere gran precisión.
Para el director, un interesante reto en el montaje de la obra ha sido ver cómo los personajes se narran a sí mismos sin necesidad de narradores externos a la historia, lo cual crea un nivel de distanciamiento y dificultad mayor.
"Tienen que vivir su narración de tal manera que veamos el problema en el cual están realmente y que nos sintamos reflejados finalmente en ellos porque ese tipo de situaciones nos han pasado a todos. Trabajar la narración escénica es algo importantísimo que aporta al actor otras cosas además de la pura escena escrita dialogada. La dramaturgia de Ricaño mezcla completa y abruptamente la narración escénica y el diálogo abierto".
Las historias y sensaciones de los personajes se reflejan en el propio ritmo de la obra, dividida en escenas cortas que los muestran en situaciones cada vez de mayor encono y frente a decisiones más drásticas y absurdas.
Ésta es apenas la segunda ocasión que se monta esta pieza teatral. ¿Cuál es el sello de la dirección de Schoemann? Para el director se trata del tono: "Yo tengo una visión un poco más patética de la obra. Tal vez el público se ría menos, pero se ría más amargo. Espero. Tal vez no se van a reír. Ya veremos".
Los alumnos que actúan en esta puesta, integrantes de la generación 2007-2011 del CUT, son: Ana Belén Aguilar, Intel Aparicio, Pedro de Tavira Egurrola, Axel García, Rodrigo León, Carlos Alejandro Tavera, Adryana Marroquín, Génesis Orgaz, Elizabeth Pedroza, Sergio Rüed, José Juan Sánchez. Sofía Sylwin, Édgar Valadez y Emiliano Yáñez de la Mora.
En medio del frenético ritmo de la contemporaneidad, agitado hasta la histeria por la vida aspiracional, llega un momento donde todo se detiene y aparece una pregunta: "¿qué estoy haciendo?". Como un retrato de ese instante, los alumnos de la generación 2007-2011 del Centro Universitario de Teatro presentan Idiotas contemplando la nieve, de Alejandro Ricaño.
De acuerdo con Boris Schoemann, director de la puesta en escena, se trata de "una deliciosa comedia amarga y agridulce que retrata muy bien la estupidez de los tiempos consumistas que vivimos".
Para el director, si bien en las escuelas de teatro se estudia a los clásicos, se aborda poco a los autores contemporáneos. Por ello, cuando recibió la invitación para dirigir la obra con la que se titularía esta generación, comenzó un proceso que incluyó un taller de dramaturgia mexicana contemporánea, donde los estudiantes conocieron a los autores más inquietantes de la escena actual y seleccionaron esta pieza.
La obra, explicó en entrevista, presenta personajes comunes y corrientes con anhelos distintos que, al tratar de alcanzarlos, van tejiendo una comedia donde las historias entrecruzadas, como es común en el cine y teatro contemporáneos, generan una serie de acontecimientos irreversibles que alcanzan la histeria.
"Esta metáfora de idiotas contemplando la nieve es el detenerse un poco en ese momento de la histeria y decir ‘¿qué estoy haciendo?' (...) Es una obra que tiene un tono muy cómico pero a la vez es muy patética. Intentamos jugar en el filo de esos dos tonos (...). Que te rías de las cosas estúpidas que cometen los personajes, pero que finalmente todos estamos cometiendo".
Por ejemplo, en la historia aparece una diputada cuyas prácticas admiran y recuerdan muchos ejemplos de la realidad nacional; hay también una señora a quien le va la vida en su anhelo de comprarse una cafetera de 24 mil pesos; un cura pederasta que se encuentra con su deseo; una mujer deprimida porque sus vecinas tienen baños mejores que el suyo y hace, por ello, cosas inverosímiles.
"Muchos personajes se mueren en esta obra, pero no es nada del otro mundo, ni para cortarse las venas, es lo patético de las situaciones y los comportamientos humanos", aclaró Schoemann.
Sobre su obra, escribe Alejandro Ricaño: "Es una verdad dolorosa, ignoramos que estamos jodidos. Si hasta hace algunas décadas el mundo burgués era inaccesible, los planes de crédito nos dieron un disfraz para pasar desapercibidos (...) Desde entonces, me imagino, cometemos estupideces para satisfacer necesidades absurdas, con la esperanza de que un día sea suficiente, que un día nos sintamos plenos. Pero evitemos el suspenso, de sobra sabemos que no será así".
Maduración escénica
Regresar al CUT tiene un significado especial para el director. Lo primero que hizo al llegar al DF en 1999 fue dirigir una puesta en este espacio universitario: Los endebles. A partir de ello, conformó una compañía con el mismo nombre que ha sido una oportunidad de formación profesional para varias generaciones de actores en el teatro La Capilla.
Así, dirigir la obra con la que se titula una nueva generación de actores representa un lujo y a la vez un reto. "No estás dirigiendo únicamente, necesitas cuajar lo que aprendieron de tantos maestros, de tantas cosas que hicieron. Hacer un trabajo propio de creación de personaje muy fino acumulando sus capacidades".
En ese sentido, destacó las cualidades del grupo, que se caracteriza por ser propositivo. Entre ellos se cuentan algunos músicos y, de hecho, compusieron la música del espectáculo y la tocan en vivo.
Debido a las dificultades intrínsecas de la comedia, era importante explotar las capacidades histriónicas y cómicas de los actores, pero también de la contención de éstas al buscar la verosimilitud. Además, coordinar en escena el movimiento de 14 actores, lo que requiere gran precisión.
Para el director, un interesante reto en el montaje de la obra ha sido ver cómo los personajes se narran a sí mismos sin necesidad de narradores externos a la historia, lo cual crea un nivel de distanciamiento y dificultad mayor.
"Tienen que vivir su narración de tal manera que veamos el problema en el cual están realmente y que nos sintamos reflejados finalmente en ellos porque ese tipo de situaciones nos han pasado a todos. Trabajar la narración escénica es algo importantísimo que aporta al actor otras cosas además de la pura escena escrita dialogada. La dramaturgia de Ricaño mezcla completa y abruptamente la narración escénica y el diálogo abierto".
Las historias y sensaciones de los personajes se reflejan en el propio ritmo de la obra, dividida en escenas cortas que los muestran en situaciones cada vez de mayor encono y frente a decisiones más drásticas y absurdas.
Ésta es apenas la segunda ocasión que se monta esta pieza teatral. ¿Cuál es el sello de la dirección de Schoemann? Para el director se trata del tono: "Yo tengo una visión un poco más patética de la obra. Tal vez el público se ría menos, pero se ría más amargo. Espero. Tal vez no se van a reír. Ya veremos".
Los alumnos que actúan en esta puesta, integrantes de la generación 2007-2011 del CUT, son: Ana Belén Aguilar, Intel Aparicio, Pedro de Tavira Egurrola, Axel García, Rodrigo León, Carlos Alejandro Tavera, Adryana Marroquín, Génesis Orgaz, Elizabeth Pedroza, Sergio Rüed, José Juan Sánchez. Sofía Sylwin, Édgar Valadez y Emiliano Yáñez de la Mora.
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