En la película figuran los actores de algunas de las series de comedia más exitosas en los Estados Unidos, pero si la gente no se sale del cine durante la primera hora, quizá sea porque los 58 pesos que vale ahora la entrada en algunos de los cines del Distrito Federal, hacen que duela más el dinero que el tiempo gastado en verla.
También puede ser que los chistes sobre el tamaño de los genitales no funcionen al ser leídos con subtítulos en español; pero las reseñas de espectadores en los Estados Unidos que han transcrito en la página de Internet Movies Database, también repiten la queja de que la broma se vuelve chocante y sin gracia.
Tal vez uno de los méritos de la cinta es mostrar como ni todo el dinero, ni todo el sexo o la celebridad pueden llenar de gracia la vida de un hombre que no conoce el amor, pero 146 minutos para dar ese discurso realmente resultan excesivos.
La película tiene buenas actuaciones, el tema de un hombre dedicado a hacer reír que sufre una enfermedad terminal no es malo, recuerda el tema de Garrick, el payaso más felíz de acuerdo al poema, que sufre de una tremenda melancolía; la actriz y los actores son buenos y de buena presencia, incluyendo a la niña Iris Apatow, hija del director Judd Apatow, cuya risa es franca y contagiosa. A pesar de todo la película en su conjunto es fallida.
En esta cartelera tenemos la costumbre de dedicar el espacio a productos recomendables, Siempre hay Tiempo para Reír es una excepción porque no nos gustó, pero quien sabe, tal vez alguien esté interesado y estas líneas le sean útiles.
Si asi no fuera y para que el tiempo que usted invirtió en esta lectura no sea totalmente desperdiciado, le transcribimos este poema con el mismo tema de la película, para que algo interesante le quede.
REÍR LLORANDO
Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.
Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis.
-¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad.
-¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer.
-¡Si soy amado!
-Un título adquirid.
-¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá?
-Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis?
-¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia?
-Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios?
-Mucho… mucho.
-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.
Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik?
-Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.
Juan de Dios Peza
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