C. Miguel Ángel Mancera
Jefe de Gobierno de la Ciudad de México
Deseo escribir esta reseña en la manera del género epistolar a fin de que mas allá de la catarsis de una queja compartida se convierta en alguna acción de gobierno que cese definitivamente lo que, muchos coincidirán conmigo, es lo peor de la Ciudad de México, el Metrobús con dirección a Indios Verdes a las seis de la tarde.
Anticipo la conclusión de que todo monopolio es dañino y si es del Estado, no por eso es menos trágico. Darle a una sola empresa, privada o pública el derecho al transporte colectivo de pasajeros, puede ser potenciador de una tragedia.
El pasado miércoles 20 de febrero de 2013 ingresé a la estación La Piedad del metrobús alrededor de las 18:30. Apenas traspasé el torniquete, con mis últimos cinco pesos de crédito en la tarjeta, me arrepentí y pensé que lo mejor era salir e intentar encontrar un taxi. Había cuatro o cinco filas compactas de personas queriendo ingresar.
Durante los primeros cinco minutos me entretuve escuchando la conversación de unos visitantes brasileños que comparaban el transporte con el de Sao Paulo, que al parecer tampoco es muy bueno pero no llega a lo trágico.
Con una razonable espera de un minuto en promedio pasaba un Indios Verdes, un Tepalcates, otros dos Indios Verdes y un Tepalcates. Sin embargo era inútil, una sólida barrera humana hacía imposible que ingresara un solo pasajero.
Absolutamente inútil la línea amarilla que marca la distancia prudente entre el anden y el vacío. Casi resultaba sobrehumano el esfuerzo por aferrarse al dintel para no ser arrojado por la masa al paso del siguiente vehículo rojo.
Al cuarto Tepalcates pensé que tal vez ayudaría avanzar a a la siguiente estación, que por estar más cerca del transbordo con la línea nueve, podría hacer más fácil el acceso. Así lo hice pero resultó casi inutil.
En Chilpancingo fue mucha menos gente la que descendió que la que subió. Campeche y Sonora me mantuvieron oprimido contra la puerta. Legendaria es la queja de las mujeres ante la apretura de cuerpos. El pudor masculino tal vez sea la causa de que no se hable de esto con la debida frecuencia, pero la verdad es de lo más repulsivo no saber como girarse de manera que los genitales del pasajero de al lado no coincidan con los propios. Así de gráfico para describir lo prácticamente imposible que resulta moverse en cualquier dirección.
No se diga la gente que por razones de trabajo tiene que viajar con una mochila con sus herramientas o libros, el compartir el transporte raya no en lo inmoral, sino en una medida de higiene en el transporte que no sería aceptable en ningún país civilizado.
Al llegar a Obregón, justo enfrente de ese símbolo de la corrupción que fue la SETRAVI, negocié con un pasajero intercambiar posiciones para poder descender. Casi no se pudo mover. El caso es que confiado en la distancia entre el vehículo y el anden, como pude di un paso hacia afuera y casi sin saber como me encontré con la pierna derecha hundida hasta la ingle y el otro sobre el cemento del anden.
Alcancé a percibir que en el tumulto dos personas reaccionaron en mi ayuda, una mujer gritándole al chofer para que no avanzara (lo que mínimo hubiera tenido como consecuencia la pérdida de una pierna) y otro que me tendió su mano para levantarme casi en vilo.
Avance unos pasos y me senté en una de las bancas metálicas. La pierna izquierda me brincaba incontrolable mientras sentía la derecha crecer como si fuera la de un elefante.
Más tarde me dijeron que debí hacer valer el seguro de viajero, pero ni hay información en los andenes, ni ninguno de los policías me ofreció ayuda y los periodistas tenemos una especie de obsesión de llegar en la condición que sea al lugar donde tenemos asignada una nota. Casi arrastrándome atravesé Insurgentes y llegué al lugar de la conferencia donde pude comprender porque México es el paraíso para algunos banqueros (recaban millones de Euros en las universidades privadas del Opus Dei, a las que no se les cobran impuestos y los colocan en préstamos con intereses del 200 por ciento más IVA) pero esa es otra historia
De los cinco o seis amigos a quienes les comenté lo que me había sucedido, tres me reportaron que sufrieron accidentes en el metrobus o conocían a alguien que había sido víctima de algo similar.
Como sea debe haber una manera de que se bajen el altísimo riesgo que sufrimos los pasajeros. ¿Y si los andenes estuvieran al ras del piso? ¿O eso bajaría las comisiones por publicidad? Tal vez hacer corridas más cortas que solo atraviesen una, dos o tres colonias o que tengan como límite las delegaciones Allvaro Obregón, Benito Juárez, Cuauhtémoc y Gustavo Madero.
O autobuses, como esos de Reforma, que son más cómodos, para los trayectos más cortos y no ocupar los lugares de quienes tienen la desgracia de vivir en Ecatepec o los municipios hidalguenses pero trabajan al sur de la Ciudad de México.
Seguramente llegará el día en que haya exenciones fiscales para quienes contraten solo a personal que viva en zonas aledañas a los puestos de trabajo ¿Pero mientras?
Precisamente la Universidad Autónoma de la Ciudad de México se creó para crear profesionistas tales como ingenieros urbanos que previeran y tuvieran capacidad para solucionar estos infiernos, como el que representa toda la linea 1 del Metrobus entre las cinco y las ocho de la noche.
Un esguince de primer grado con pronóstico de recuperación de tres semanas fue el saldo provisional del accidente que pudo haber sido peor. Demandar a la Ciudad fue uno de los consejos que más recibí.
Prefiero que con el altísimo presupuesto que tiene la Ciudad de México, se destine una cantidad suficiente para que alguien piense soluciones y las ponga en práctica a la brevedad posible. Poner las estaciones a nivel del piso; reducir la longitud de las líneas y permitir el transbordo, añadir un carril exclusivo para bicitaxis; abrir un concurso de ideas para el transporte en la avenida más larga del mundo; hacer un segundo piso para el metrobus (por favorcito no se lo vayan a concesionar a OHL y otras empresas ligadas a la extrema derecha y al fascismo que para eso tenemos ICA) hacer un mini metro elevado o subterráneo que cubra parte del trayecto o abrir un concurso a compañias francesas o coreanas para crear un aerobús.
Lo que sea, pero rápido por favor. La Ciudad no aguanta más el infierno del metrobus a Indios Verdes de las 6:30 de la tarde.
Con afecto ciudadano
Ramsés Ancira