Para los jóvenes de clase media para arriba, esos cochecitos que se convertían en robots, apoyados argumentalmente por novedosas carícaturas, producidas en la década de los ochenta del Siglo XX, ahora transformados a personajes de película hollywodense, con todos los efectos computarizados del Siglo XXI, representan un atractivo imprescindible.
Y así como en las carreras de coches la mercadotecnia obliga a la presencia de espectaculares curvas femeninas, en Transformers, la protagonista, Megan Fox llena este espacio.
Los guionistas no evaden otro juguete típico, los soldaditos. Nada que ver con los criminales de guerra en Irak; puros buenos muchachos en misiones heróicas en los desiertos asiáticos. Estos "Green Boys"no matan seres humanos, son excelentes amigos de los amistosos nativos, expertos en balas que funden metales y viajeros de los más modernos aparatos voladores que fusional helicópteros y aviones, por cierto en una extraodinaria escena al estilo Discovery, pero con emocionante música de épicas reminicencias.
Para confirmar el perfecto dominio que tienen los guionistas sobre las emociones de los espectadores de su generación, en la película no faltan bromas sexuales que aluden a la condición de muchos jóvenes del Siglo XXI quienes tardan cada vez más en salir de sus hogares, con todos los problemas que esto implica para satisfacer las necesidades propias de su condición hormonal.
Así Transfomers adopta la mejor tecnología de La Guerra de los Mundos, (Spielberg, 2004) la espectacularidad y buenas maneras de los soldados de Pearl Harbor (Michael Bay, 2001) las bromas sexuales de American Pie, (Paul Weitz 1999) las gigantescas maquetas de películas japonesas como Godzila (Ishiro Honda, 1954) y las alusiones comerciales más generosas para los copatrocinadores de General Motors y Porsche.
Para acabarlo de mejorar, entre el público la mayoría de acompañantes son jovencitas de entre 20 y 28 años, niñas bien con novios que tuvieron la oportunidad de una infancia felíz con los juguetes originales que pasaban de autos a robots (AUTOBOTS) y que ahora van a escuelas particulares en autos de modelo reciente o son egresados de costosas universidades.
También existen buenas actuaciones, como la de John Voight, quien interpretó al presidente Roosvelt en Pearl Harbor, también dirigida por Bay y hasta bromas políticas como la de un despreocupado presidente de Estados Unidos, demandando chocolates a las oficiales de la Fuerza Aérea comisionadas en el Air Force One.
Por eso Transformers no solo es una buena película para cinéfilos, sino para cualquier aficionado al estudio de la sociología contemporanea, al menos en el Distrito Federal.
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