Los placeres y los días / Un museo novedoso
Andrés de Luna
(16 enero 2011).- Una ciudad es un receptáculo que engulle toda clase de propuestas. A veces realizadas con acierto o, de plano, en la certidumbre del fracaso. Complejo e inmenso, el Distrito Federal es un punto de referencia que debe equilibrar sus atrasos de orden social y económico frente a lo que constituyen sus políticas públicas, entre las que se encuentran las relativas a la cultura. Por ello, resulta interesante la apertura de un Museo del Tequila y el Mezcal, bebidas que forman parte de una tradición que ya es historia mexicana. Edificado en la Plaza Garibaldi, es una bella estructura que dominará el lugar y en las noches se convertirá en una suerte de lámpara que iluminará ese entorno que, hasta hace poco tiempo, era sinónimo de borrachos, prostitutas y asaltantes. Por cierto, los dibujos de los magueyes que decoran la fachada son obra del artista Carlos Aguirre.
Es un hecho que la plaza cambia su fisonomía y modifica aspectos que se habían convertido en lacras; esta metamorfosis se ha logrado por medio de un proyecto lúcido. Este espacio fue diseñado por el arquitecto Felipe Leal, y uno de los aportes fue darle la espalda al Eje Central mientras que la entrada principal permite una visualidad hacia el entorno de Garibaldi, con sus fachadas remodeladas y pintadas. El visitante del museo podrá tener acceso a una breve historia de ambos aguardientes, sus vínculos con el cine nacional, una colección de botellas y etiquetas; todo esto con una visión didáctica, sin convertir el asunto en una aburrida discusión técnica o académica. Al llegar a la parte alta del recinto se tiene una terraza espectacular, en donde se podrá degustar un caballito de mezcal o de tequila ante una vista espléndida.
El Distrito Federal debe estar abierto a manifestaciones inteligentes que sean parte de una revitalización urbana. París cuenta con un Museo del Vino, al igual que Peñafiel, en Castilla, en la Rivera del Duero, y Tokio cuenta con uno de la Cerveza, para mencionar apenas tres lugares; en la capital de la República es oportuno asomarse a la cultura del mezcal y del tequila, con un ánimo de aprendizaje y goce, aspectos indispensables que se anteponen a la condición viciosa del borracho. Podría decirse que sitios como éste forman un imaginario que además encuentra la belleza.
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