

Por Ramsés Ancira
Así debe ser porque con funciones gratuitas en el Teatro Hidalgo, el Wilberto Cantón, el Foro de la Comedia y el Centro Cultural Helénico, entre otros fueron recuperadas en un Homenaje Nacional, otras de sus obras que ni siquiera están incluidas en la Wikipedia: La Maraña, La Excepcional familia barroco-colonial de la Narvarte y La Noche de los Sincalzones, entre otras.
En este homenaje participaron los más conocidos personajes del mundo teatral de nuestro momento como Víctor Hugo Rascón Banda, Miguel Córcega y Magda Guzman, pero también muchas personas que aun no alcanzan la consagración, alumnos agradecidos con González Caballero y compañías que no son tan famosas, pero que hacen una labor grandiosa por la preservación de la cultura y sobre todo de NUESTRA CULTURA, como la Compañía de Teatro México, German Gastelum, Francisco Camacho, Humberto Castro, y la Compañía de Teatro el Árbol, solo por mencionar a algunos.
Humberto Castro es uno de los protagonistas de La Maraña, Obra de González Caballero que a decir del crítico Enrique Mijares, representa un parteaguas no solo en la obra del autor, sino de la dramaturgia mexicana.
La Maraña es una obra de difícil calificación, farsa trágica podría ser una muy aproximada si deseamos prevenir a futuros espectadores.
Humberto Castro representa a uno de los dos jóvenes que vive un alucine extraño porque el nos advierte desde el principio que ya no le entra a las drogas.
Sin salir de un callejón, el mas oscuro e íntimo posible para conocer el contenido de una caja que probablemente sea la de Pandora, estos chavos que podrían ser de la Colonia Guerrrero de la Ciudad de México, aunque sabemos que el autor la escribió en Puebla, hacen un viaje tragicómico, aunque para ser más precisos: profundamente trágico y sólo apenas, sarcásticamente cómico.
Al actor Humberto Castro le toca la peor suerte entre todos los personajes de La Maraña. Un muchacho abandonado por su padre, explotado por su madrastra, conocedor de que hay otros mundos a los que no sabe como acceder y solo, tan solo que ni siquiera tiene el consuelo de una hermana puta cuyo honor pueda defender.
Para colmo de males, él, que es el menos gandalla, él que sí quiere amar, que sí quiere y que necesita más que nadie que lo quieran es quien menos recibe. Hasta la vieja La, que amante por amante y sílaba por sílaba acabó por reconfigurarse como Estela; hasta el macho cabrío Snug se habrá de transformar de pesimista a irredento optimista con solo cambiar el enfoque de su mirada a la caja.
Pero para el no habrá amor, ni ninfa, ni niña ni redención.
La farsa trágica se convierte en naturalismo desbastador. ¿Porque Antonio González Caballero no nos deja siquiera un resquicio de esperanza? ¿Una ventana por donde entre siquiera un rayito de luz?
Creo saber la respuesta. Con La Maraña, González Caballero se salió del círculo de los autores comerciales y quizó hacer un teatro didáctico, didáctico no solo para los actores y para su método, sino didáctico para los jovenes sin esperanza.
Si esta obra es tan oscura, si nada puede ser peor es porque es solo teatro, porque hay un mundo afuera que podemos cambiar, y conquistar y hacer diferente y felíz.
Porque el arte solo es un cajón de un armario mucho más grande que se llama vida.
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