Por Ramsés Ancira
Cuando Manuel Camacho Solís era jefe de gobierno del Distrito Federal si una grúa levantaba un automóvil y el conductor se presentaba, pedía una disculpa y lo movía. Si esto ocurre en la jefatura de Miguel Ángel Mancera, por el solo hecho de que el conductor se acerque a su vehículo lo pueden acusar de amenazas a la autoridad y quitarle su licencia de manejo de por vida. Es el mismo caso de la persona que apenas está cambiando en un puesto de dulces las monedas para el parquímetro y ya le colocaron "la araña". No hay forma de apelar porque el objetivo no es obtener recursos, sino ejercer la patente de corzo para robar.
Con Marcelo Ebrard empezó la idea de cambiar el estatus jurídico del Distrito Federal por Ciudad de México. Sonaba bien, se trataba de darle a los habitantes de la Ciudad de México la oportunidad de elegir a sus autoridades, pero eso ya lo teníamos en todas las delegaciones.
Lo único que cambia es que el jefe de policía y el procurador, que eran elegidos a propuesta del Presidente, ahora podrán ser nominados directamente por el gobernador de la Ciudad de México. Eso hubiera estado magnífico en 1971 cuando el Presidente de la República podría mandar a asesinar estudiantes y luego escudarse en Alfonso Martínez Domínguez; pero en el Siglo XXI ¿realmente tiene aplicaciones prácticas?
¿Qué derechos ganamos en la Ciudad de México con una Constitución propia, que nos puedan proteger mejor de lo que dice la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos? Bueno, 100 ciudadanos van a tener chamba por un año teorizando y buscando aplicaciones prácticas a una Constitución ¿Qué diga qué? ¿Que personas del mismo sexo tienen derecho a contraer matrimonio para que los cónyuges puedan recibir prestaciones como el Seguro Social? ¿Que el estado garantiza la protección de la vida humana a partir de los 90 días de gestación? ¿Qué las personas pueden firmar una petición para que no se les mantenga con vida por medios artificiales en caso de enfermedad grave?
Todo eso ya se logró durante la vida efímera del Partido Alternativa, luego Socialdemócrata ¿y qué más?
El Distrito Federal es la ciudad de todos los mexicanos. Aquí viven personas nacidas desde Sonora hasta Yucatán, desde Baja California a Quintana Roo. Hay colonias de judíos, alemanes, rusos, argentinos, chinos, coreanos, brasileños... Una Ciudad cosmopolita que realmente no requiere un gentilicio, a menos que sea uno que se refiera a tanta universalidad en tan pequeño territorio de 1495 kilómetros cuadrados.
El Distrito Federal tenía ya barrios mágicos; extensos bosques cuya reforestación no requería de permisos de autoridades federales; campos para la plantación de amaranto y nopal y una de las mayores ofertas culturales no sólo de México, el país, sino del planeta entero.
La capital con más funciones de teatro gratuitas, la ciudad con mayor número de museos en el mundo.
¿Nos blindará la Constitución de la Ciudad de México si llega a presidente un estúpido sátrapa como Macri en Argentina y empiece a despedir decenas de miles de personas sólo por sus calzones?
¿Podremos fijar un salario mínimo para pagar en la Ciudad de México, dado que los costos son únicos en el país y para comprar un metro cuadrado una persona tiene que trabajar 360 días?
Cómo Distrito Federal no estábamos libres de pagar cuotas y derecho de piso al crimen organizado; pero esto ocurría en mucha menor proporción a la que ocurre en ciudades gobernadas por el PRI, lo mismo en Chihuahua que en Guerrero.
Cámaras de televisión en las calles nos han dado la oportunidad de persuadir a delincuentes de cometer delitos, aunque no han resultado 100 por ciento eficaces pues periódicamente se da cuenta en el código Amber de misteriosas desapariciones de adolescentes rumbo a la secundaria. ¿En que ayudará esto a que seamos Ciudad de México y no Distrito Federal.
¿Tal vez a que se puedan contratar créditos o privatizar servicios públicos? Apocalípticas películas ya nos han dado un atisbo de lo que sucede cuando se concesionan las cárceles para que se manejen como empresas.
Pero no nos vayamos tan lejos. Ciudadanos han demostrado que una cámara en Universidad y Eje 6 dispara una fotografía de automóviles estacionados ante un semáforo en rojo, cada 10 segundos, que se maneja como prueba de exceso de velocidad. En la Escandón se llevan automóviles que supuestamente se estacionan sobre una raya blanca que es invisible para el automovilista, pero que misteriosamente aparece en la cámara de la grúa.
¿Ser mexiqueño, o como quiera que se coincida en llamarnos, nos permitirá defendernos mejor de los abusos de autoridad que en el tiempo en que eramos defeños? Nadie ha dado prueba en contrario
Distrito es una palabra que remite a la distribución. Por eso en la Ciudad de México se encuentra el KILÓMETRO CERO, que es la referencia de todas las carreteras del país, por eso durante siglos el número más bajo de una calle debía ser el más cercano al Palacio de Correos.
Federal porque aquí cabemos todos los que estamos unidos por el pacto federal, los veracruzanos y los yucatecos, los sonorenses, los tamaulipecos y los guerrerenses, que en su mayoría, sino todos han podido encontrar un refugio para el desgobierno que se vive en sus estados.
Cuando éramos niños, empezábamos las planas con la leyenda, Iztapalapa, Benito Juárez o Cuajimalpa, Distrito Federal, según el caso. Ahora cuando pagamos impuestos tenemos que poner en la factura Miguel Hidalgo, Coyoacán o Iztacalco, según el caso ¿Qué más da que el apellido de estas facturas sea DF o Ciudad de México?
Decía un cantante, Toño Zamora, que ser del Estado de México, era ser mexicano dos veces. Ahora que somos nativos de la Ciudad de México ¿nos convertiremos en bimexicanos?
Como Distrito Federal, sus habitantes nos distinguimos por votar diferente. Esta era la única ciudad donde convencidos por la masacre estudiantil del jueves de corpus; de la ineficacia gubernamental tras los sismos de 1985 y motivados por los libro clubes que inventó Alejandro Aura en la gestión de Cuauhtémoc Cárdenas; los festivales de Primavera que realizó López Obrador y los maratones del Festival de los Amantes del Teatro que organiza la UNESCO, decidimos que no queríamos nunca más ser gobernados por el PRI.
Hoy, una costosa campaña publicitaria da el adiós al Distrito Federal y da bienvenida al membrete, a la marca comercial Ciudad de México ¿Para qué? ¿Para quitarle responsabilidad al Presidente si se toma la decisión de privatizar el suministro de agua?
¿Quién nos puede explicar porque tanta insistencia en decirnos que los gatos tienen tres pies en lugar de cuatro y que las víboras tienen chichis aunque sean ovíparas y no mamíferas?
¿Nos va a devolver las condiciones para seguir siendo la región más transparente del aire? ¿Será más noble y más leal la Ciudad de México por el hecho de cambiar su nombre? Una rosa, llamada con cualquier nombre todavía huele a rosa, dijo Shakespeare.
Vale pero, decíamos ayer que el Distrito Federal era una mejor ciudad para vivir que muchas otras del país? Ahora que jurídicamente somos iguales a muchas ciudades de cuarta, dominadas por el crimen organizado, por los abusos de autoridad y torturas infringidas por mandos únicos, ¿somos también ciudadanos de cuarta como nos los hacen saber cotidianamente las condiciones infrahumanas de viaje en el privatizado Metrobús, las sanciones de los grulleros, y las inconstitucionales arañas en la vía pública?
Ah perdón, a lo mejor es por eso. Ahora con la nueva Constitución robarse tu coche de la vía pública o inmovilizarlo ya será una acción apegada a la Constitución, no a la federal, pero si a la de la Ciudad de México
Si es así vamos también imitando al doctor Mireles en Michoacán o a Néstora Salgado en Guerrero, o a los zapatistas en Chiapas y preparémonos para formar los comités de Autodefensa en la muy noble y muy leal Ciudad de México
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| Fotografía originalmente publicada en MéxicoDesconocido.com |
